Irving D. Yalom. (2018). El don de la terapia. Editorial Destino (Ed. Planeta).
Este libro, no solo en su estructura sino también en su contenido, me ha sorprendido y parecido de lo más didáctico y humano. La manera que me resulta más atractiva para resumir las partes más interesantes del contenido, es indicar los capítulos en los que he encontrado algo muy reseñable desde el punto de vista de habilidades y competencias a desarrollar como terapeuta.
Capítulo 8 – Permita que el paciente le importe
[…] “Lo insto a que permita que sus pacientes le importen a que permita que entren en su mente, lo influyan, lo cambien, y a no ocultarles este hecho.” […]
[…] “La apertura del terapeuta engendra la apertura del paciente” […]
En relación con estas frases incluidas en ese capítulo, creo que lo que ocurra en la relación terapéutica afecta tanto al paciente como al terapeuta y, de manera orgánica, ponerlo al servicio del proceso implica un enriquecimiento mayor para ambas partes.
Capítulo 12 – Haga terapia usted también
[…] “Pregunta: ¿Cuál es el instrumento más importante del terapeuta? Respuesta (y nadie puede equivocarse en esto): Uno mismo.” […]
Además de tener la responsabilidad de poner a punto nuestro instrumento, nosotros mismos, es el cambio del propio terapeuta lo que motiva un cambio en el entorno, incluidos los pacientes. La supervisión, por tanto, es el medio por el cual el terapeuta afina su instrumento.
Capítulo 18 – Trabajar mediante los temas del “Aquí y Ahora”.
[…] ”El trabajo con el «aquí y ahora « no es estrictamente ahistórico, dado que puede incluir cualquier acontecimiento que haya ocurrido a lo largo de nuestra relación con el paciente. Como dijo Sartre: «La introspección es siempre una retrospección «.
Puede parecer paradójico hablar del aquí y ahora diciendo que es ahistórico y, a la vez, todo evento pasado tiene un eco y un efecto en el momento actual y es, esa experiencia aquí y ahora, la que se puede rescatar para poder resignificar o cambiar la narrativa con respecto al evento pasado.
Capítulo 25 – ¿Una pantalla en blanco? ¡Olvídese de eso! ¡Sea real!”.
[…] ”El primer modelo postulado para la relación entre paciente y terapeuta es, el ya obsoleto, pantalla en blanco, en el que el terapeuta permanecía neutral, más o menos anónimo, con la esperanza de que los pacientes proyectaran en esa pantalla las grandes distorsiones de la transferencia.” […]
[…] “Es un modelo mucho mejor pensar en entender el pasado con el fin de comprender la relación presente entre el paciente y el analista” […]
Las proyecciones nos dan mucha información sobre el mundo interno (inconsciente) del paciente y, para favorecer ese intercambio, se puede aprovechar que nosotros como terapeutas también tenemos mecanismos y neurosis que resuenan con el paciente.
Capítulo 28 – La revelación de los sentimientos del «aquí y ahora «. Utilice la discreción.
[…]” Para entrar una relación genuina con el paciente, es esencial revelar los propios sentimientos hacia el paciente en el presente inmediato. Pero la apertura del aquí y ahora no debe ser indiscriminada; no debe buscarse la transparencia por sí misma. Todos los comentarios deben pasar una prueba: ¿esto que estoy por revelar es en beneficio del paciente?” […]
La transparencia es una de las aproximaciones más honestas y limpia en la relación terapéutica. Ser consciente de las transferencias, contratransferencias y proyecciones que podemos experimentar como consecuencia de la relación con el paciente, ayuda al progreso de la relación y, por tanto, al proceso del paciente. Sin embargo, tener esa información clara por parte del terapeuta no significa que se haya de explicitar inmediatamente. Como dice el propio Yalom “golpee cuando el metal esté frío”.
Capítulo 35 – Sobre el recibir ayuda de su paciente.
[…]” Jung a menudo hablaba de la potenciada eficacia del sanador herido. Incluso mencionaba que la terapia funcionaba mejor cuando el paciente llevaba el bálsamo perfecto para la herida del terapeuta y que, si el terapeuta no cambiaba, entonces el paciente tampoco cambiaba. Tal vez los sanadores heridos son más efectivos porque tienen una mayor capacidad de empatizar con las heridas del paciente; quizás es porque participan de una manera más profunda y personalmente del proceso curativo.” […]
La afirmación de Jung incluida aquí me parece una de las definiciones más acertadas de la eficacia del proceso terapéutico. Bálsamos para el alma que proporcionan tanto el paciente al terapeuta como el terapeuta al paciente. Las heridas del alma son las que nos dan la capacidad de sentir compasión y acercarnos al dolor ajeno. Desde el punto de vista de la astrología, Quirón, el planetoide, es el que representa al sanador herido ya que, en la mitología, Quirón era inmortal, pero, dado que fue herido por un Dios accidentalmente, la herida no se podía sanar y, tras tanto dolor, decidió ceder su inmortalidad para poder descansar de esa herida… El terapeuta, aunque no alcanza el descanso total, se ve transformado por la sanación de su propia herida y eso le acerca de manera más humana al paciente.
Capítulo 36 – Fomente la apertura del paciente.
[…]” los pacientes no deben ser castigados por su apertura, por más atrasada que ésta sea. ” […]
[…] “mejor concentrarse en el hecho de que su paciente al final desarrolló la confianza necesaria para revelarle esta información” […]
Cada paciente tiene un ritmo, unas necesidades de confianza y seguridad, unas corazas a romper, para poder llegar a una apertura total y a mostrarse vulnerable. Saber identificar el ritmo del paciente (que puede a su vez cambiar a lo largo del tiempo) y nuestras necesidades de avanzar y de vernos eficaces en nuestro trabajo, es lo que puede salvar la relación terapéutica en momentos de aparente estancamiento.
Capítulo 38 – Sea efectivo y amable en al brindar la retroalimentación”.
[…]” Preste atención a la utilización de las palabras en cada una de las repuestas. En cada una de ellas me atengo a mis observaciones de la conducta que veo y a cómo me hace sentir tal conducta. Pongo mucha atención en evitar cualquier conjetura acerca de la intención del paciente, es decir, no comento que el paciente está tratando de evitarme al no mirarme a los ojos, o de controlarme con el hecho de sus largas historias.”
Las devoluciones o intervenciones han de basarse en la experiencia corporal y emocional del terapeuta como consecuencia de lo que ve y oye del paciente. Cómo me siento yo con esto y no basarse en los juicios o presuposiciones que podemos construir con respecto al comportamiento observado.
Y, aunque hay muchas más citas en numerosos capítulos del libro, me quedo con esta última:
Capítulo 85 – Cuide los privilegios de su profesión.
[…]” Rara vez oigo a mis colegas terapeutas quejarse de que sus vidas carecen de sentido. La vida de un terapeuta es una vida de servicio en la que cada día trascendemos nuestros deseos personales y volvemos la atención hacia las necesidades y el crecimiento del otro” […]
Con esta frase del último capítulo de este libro podría decir que se resume mi sentir cuando dedico mi tiempo a acompañar a otras personas, sea desde la amistad, desde el coaching o la terapia.
La trascendencia de esta actitud en la Vida es lo que hace que la pueda vivir con cierto sentido.