Planifico con toda la ilusión del mundo un viaje de un par de días, a una ciudad cercana, con la persona que más quiero. Así creemos que podremos disfrutar de nosotros, pasear, hablar, llegar a consensos y definir proyectos. Todo listo, todo pensado, todo esperado.
Veinticuatro horas antes… una llamada de teléfono de madrugada… una noticia inesperada, la preocupación y el miedo aparecen de repente en el semblante de mi chico… prepara lo mínimo imprescindible para salir de casa y me manda un mensaje. Son las 6:21h de la mañana.
Adormilada todavía leo el mensaje y se me cae el alma a los pies, mi mente empieza a funcionar a mil por hora de repente y las emociones se acumulan en mi garganta que no puede articular ninguna palabra. Solo puedo teclear un breve mensaje tratando de transmitir tranquilidad, apoyo y pidiendo que me mantenga informada.
Todo se ha dado la vuelta en un segundo, con una simple llamada de teléfono. Lo importante no es el viaje trastocado, ni la frustración y rabia momentáneas, sino las implicaciones vitales que tiene la situación.
Vivo las siguientes horas como en una montaña rusa… acción y resolución para afrontar lo sucedido de la mejor manera posible, parar y tratar de identificar todo lo que se mueve por dentro, intentar dormir y no poder, intentar trabajar y poder solo a medias, salir a la calle como autómata…
Según va pasando el tiempo, vamos tomando decisiones en función de lo que se presenta. En estas circunstancias solo se puede mirar hacia delante con un alcance de unas pocas horas. No hay planificación posible, no hay certezas, solo amor y esperanza, aquí y ahora.
En un par de días la situación cambia y llega el momento en el que puede ser necesario afrontar una intervención que determinará todo, aquí y ahora.
Lo que sentíamos unas días atrás ya no aparece en nuestro espectro de emociones actuales; lo que estábamos haciendo ya no lo hacemos; lo que pensábamos que seguro iba a ser, no sucede; lo que parecía indudable, no lo es; lo que íbamos a decir, ya no podemos decirlo de la manera y en el momento planificado… solo tenemos el instante que vivimos en cada momento, solo tenemos el aquí y el ahora.
Así pues, si amas a alguien, díselo ahora; si quieres comprar algo, hazlo ahora; si te apetece comer, hazlo ahora; si necesitas descansar, hazlo ahora; si tienes que tomar decisiones, hazlo ahora; si quieres compartir algo con alguien, hazlo ahora; si piensas en escribir a alguien, hazlo ahora; si consideras la posibilidad de unirte a alguien, hazlo ahora…
Y, aunque hay que tener en cuenta a los demás, no esperes a estar en un entorno idílico, a llegar a un momento mejor, a tener unas circunstancias apropiadas o a conseguir unas mejores condiciones. Sólo tenemos aquí y ahora, solo este instante… y puede ser el último.