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Tras el descanso del verano, tomo nota mental de aquellas reflexiones que he tenido en este tiempo y defino acciones o decisiones en base a las conclusiones a las que he llegado. Algunas de ellas están encaminadas a incorporar o mejorar hábitos saludables tales como priorizar tareas, tiempos de descanso, comodidad en el lugar que habitualmente trabajo, etc. Otras, sin embargo, se refieren más a mi bienestar emocional, mi sensación de fidelidad hacia mí misma e integridad, así como a valores que identifico como muy presentes en mí: claridad, honestidad, respeto, responsabilidad, comunicación asertiva, colaboración, empatía, etc.

Los valores son aquellos conceptos abstractos, incorporados cognitivamente y que se manifiestan en cualidades y actitudes que desarrollan las personas. Los valores van encaminados a facilitar la armonía y la convivencia entre las personas. El orden de prioridad de nuestros valores varía de persona a persona ya que éstos provienen en parte de los introyectos, esto es, ideas y normas que nos llegan desde el exterior y asumimos como propias y que, pasado el tiempo o en circunstancias diferentes a las originales, pueden ser perjudiciales para nosotros.

A pesar de que los valores están enfocados a generar armonía y favorecer la convivencia, lo más importante es la armonía y la “convivencia” dentro de nosotros mismos. Es decir, tomar ciertas actitudes o realizar determinadas acciones para mantener la armonía con otros aún a costa de nuestro bienestar, viviendo un conflicto interno por ello, pasará finalmente factura. Lo importante es Vivir nuestros valores coherentemente y asegurar de esta manera nuestra armonía interna a la vez que se trata de facilitar la convivencia con otros.

La autoconfianza, la autoestima y el autorespeto son aspectos que se pueden desarrollar y cultivar con ayuda y apoyos adecuados. Una elevada autoconfianza (que no la arrogancia) permite expresar y vivir nuestros valores sin miedo a que se generen conflictos con otras personas. La autenticidad y, sobre todo, la coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos da como resultado vínculos de calidad que, seguramente, pueden atravesar diferencias de opinión, diferencias en el sentir, en pos del crecimiento personal y de la relación.

Vivir nuestros valores significa encarnar, experimentar, accionar, mostrar, relacionar aquellos conceptos con nuestro comportamiento en el día a día, a corto y medio plazo. Así, si uno de nuestros valores es el respeto, empecemos por el respeto a nosotros mismos; si uno de nuestros valores es la honestidad, seamos honestos con nosotros mismos (nos guste lo que veamos o no); si uno de nuestros valores es la responsabilidad, seamos responsables y hagámonos cargo de nosotros mismos y de nuestro bienestar; si uno de nuestros valores es la comunicación, empecemos por hablarnos más delicada y empáticamente; si uno de nuestros valores es la colaboración, colaboremos con nuestro proceso y quitémonos de nuestro propio camino evitando autosabotajes; etc.

Te invito a revisar, actualizar y vivir tus valores. No tienes por qué hacer el camino solo/a…